No me gustan demasiado las novelas de espías. Sobre todo, aquellas de narrativa cavernosa que justifican el fin, no escatimando los horrores de los medios. Siempre he puesto reparos a los tecnócratas de este tipo de ficciones, pero, por otro lado, siento debilidad por el macerado Graham Greene, curtido por el alcohol y el desapego... Leer más →
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